Orientar mejor hacia el empleo optimizando el vínculo entre educación y sociedad.
La educación española, si puede
presumir de algo, es de ser descentralizada. Tanto, que tiende la
descentralización del propio alumno, que tras experimentar en su vida estudiantil,
al menos, tres reformas educativas diferentes, no sabe si va o viene. Este caos
alcanza todas las esferas, y los estudios superiores no son una excepción.
Pretendemos implantar el modelo europeo, pero no se logra; la asistencia es
obligatoria, pero no es legal exigirla; con los trabajos se aprende, pero
seguimos haciendo los mismos exámenes de hace 10 años…
A este marco educativo, le
añadimos la generalizada precariedad laboral, el fenómeno de la fuga de
cerebros y todos estos términos que se pusieron de moda al comenzar la crisis.
Y en medio de todo este torbellino de burocracia, datos estadísticos sobre el
paro, exámenes y veranos (como dice la canción), encontramos a un alumno
estudiando una carrera cualquiera, que ha elegido por que le gusta la materia,
y con casi ninguna expectativa de trabajar tras cuatro años estudiando. Pero
ahí no acaba su drama, sino que después de superar una prueba final que,
supuestamente es un trabajo de investigación personal y propio, para el que
raramente uno se encuentra preparado, llega a un máster que nunca tiende a ser
barato, en el que en un año pretenden prepararle para su salida laboral. Como
si uno pudiese aprender a ser un excelente traductor en un año, o un psicólogo
capaz de tratar a cualquier paciente en este periodo de tiempo.
Y a pesar de todo ello, a pesar
de que claramente el sistema educativo necesita un cambio y la comunidad
universitaria una modernización encaminada a ser más cercana a la realidad, las
personas continúan sus estudios, salen al mercado laboral, le echan un par de…
valores a la vida. Y obtenemos, en ocasiones y con suerte, profesionales que
tratan de hacer su trabajo lo mejor que pueden, personas relativamente felices,
a pesar de ser una generación que, parece ser, va a vivir peor que sus padres.
Y los jóvenes no dejan de buscar, luchar, estudiar, prepararse, practicar,
aprender y crecer. Y eso, aunque cueste creerlo, también es mérito de esta loca
educación, que por increíble que parezca, aún proporciona docentes que enseñan
a soñar con ser de mayores lo que queremos ser y no lo que nos toque ser o lo
que el mercado nos demande. Tal vez, aún quede esperanza.
Hola, Claudia!
ResponderEliminarSinceramente aprecio mucho este tipo de entradas que arrojan un poco un cubo de agua fría en la zona en la que siempre se nos ha intentado hacer creer que "todo iba muy bien", que "ya irá mejor en el instituto", "en la carrera", "en un máster que (como bien has dicho) no me puedo permitir"... No te voy a hacer la pregunta de ¿Cómo solucionarías este problema? porque me parece obvia tu respuesta y que, si lo pudiéramos hacer, probablemente estarías en ello.
Recalco lo de ser lo que queremos ser y no lo que el mercado nos demande,
Un Saludo!
Natalia