El tutor ideal

El tutor ideal sería una persona muy comprometida con su trabajo, profundamente profesional y serio. Un buen tutor no deja de ser tutor al salir por la puerta del centro al acabar su jornada. Es aquel que conoce a nivel personal a sus alumnos, sus gustos, sus preocupaciones, su situación socio-económica y familiar, conoce el ambiente de su clase y los grupos que la conforman, conoce las relaciones sociales que se establecen en el aula, conoce las capacidades de sus alumnos, sus puntos fuertes y débiles.
Para mí un tutor ideal es un “dios” en miniatura (perdón por los sacrilegios). Es omnipotente, omnipresente e inalámbrico. Tiene que saber, saber de todo y de todos. Además, tiene que estar formado en psicología y pedagogía a un nivel bastante importante para ser capaz de solventar los problemas que puedan surgir en el aula. Así que tendría unas capacidades humanas, unas capacidades y competencias profesionales y una formación específica para llevar a cabo la tarea. Debe trabajar con sus alumnos tanto a nivel individual como a nivel grupal, y saber orientar, tanto en cuestiones académicas como en cuestiones personales.

Es una concepción idealizada, ya que compaginar este trabajo con ejercer de docente en tu propia materia es una carga de trabajo descomunal, creo que el tutor debería ser una figura que solo ejerciera como tal, y acompañar al mismo grupo al menos un par de años, porque en un curso de un año no se puede llegar a completar todas estas titánicas tareas.

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